“Sólo quiero decir que lo siento muchísimo, ojalá pudiera volver atrás”, aseguraba la joven Mia Landingham ante la jueza Carolyn Friedland entre lágrimas y llantos. Pero ya era demasiado tarde: su novio yacía en el depósito de cadáveres víctima directa del sobrepeso. ¿Infarto? No, aplastamiento.
Según apuntaba un periódico local de Cleveland, una aciaga tarde de agosto la acusada había utilizado sus casi 140 kilos de peso para acabar con la vida de su compañero sentimental, Mikal Middleton-Bey, sentándose sobre él y aplastándole hasta provocarle la muerte de forma, según ella, involuntaria. Al parecer el incidente se produjo tras una disputa entre la pareja, con tres hijos de común, y no parecía más que uno de tantos altercados familiares tras una larga historia de abusos entre la acusada y su difunto novio, según el abogado defensor de Mia. La ausencia de antecedentes penales y la naturaleza presuntamente involuntaria del homicidio contribuyeron a que Mia fuese liberada de prisión de forma inmediata y condenada realizar 100 horas de trabajo para la comunidad.
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